Por David Arias Águila
Estudiante de Derecho de a UNMSM
Estudiante de Derecho de a UNMSM
La historia ha demostrado que las mujeres han sido invisibilizadas en el campo académico y político por mucho tiempo, sin embargo, las luchas para revertir esta situación no han sido recientes. Tenemos el claro ejemplo de la Revolución Francesa de 1789, que, en busca del reconocimiento de los principios de igualdad, libertad y fraternidad, produjo uno de los precedentes más importantes a los derechos humanos: la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, pero en contraposición, o, mejor dicho, en complementariedad, en el año 1791 la escritora y activista Marie Gouze, conocida por su pseudónimo Olympe de Gouges, publica y auspicia la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en el que se proclamaba la igualdad de la mujer y el hombre en relación a los derechos políticos, tales como el derecho al sufragio y a la ocupación de cargos políticos. Su pensamiento quedó inmortalizado con su célebre frase: Si la mujer puede subir al cadalso, también se le debería reconocer el derecho de poder subir a la Tribuna. Lamentablemente su documento no tuvo éxito y Olympe fue llevada a la guillotina. A pesar del fallido intento de Olympe, este documento y su lucha constituyen uno de los primeros movimientos feministas en el mundo y sentó las bases para el reconocimiento de la mujer en el Derecho.
Han sido muchos los esfuerzos para el reconocimiento de los derechos de las mujeres y estas han demostrado su valía en cada aspecto de las capacidades humanas, repasaremos en esta ocasión una de ellas: las mujeres en el ámbito jurídico. La primera mujer de Europa en titularse de abogada, así como conseguir su doctorado en la disciplina jurídica fue Sarmiza Bilcescu (1867-1935), de origen rumano, consiguió su licenciatura en la Universidad de París en 1887, su tesis doctoral se tituló Sobre la condición jurídica de la madre, donde detalló las diversas dificultades y contradicciones de la mujer, y en específico de la madre, respecto a la protección y ejercicio de sus derechos. Detuvo el ejercicio de su profesión para dedicarse al activismo por el derecho de acceso a la educación en favor de las niñas y los niños, sobretodo en el ambiente rural. Sus estudios y actividades sirvieron como base para las futuras luchas feministas en pos de un reconocimiento igualitario de los derechos de la mujer respecto al varón.
En nuestro país y en Sudamérica, la primera mujer en cursar estudios universitarios fue María Trinidad Enríquez, nacida en Cuzco en 1846, que por tal hazaña se le recuerda como la primera jurista del Perú. María Trinidad cuenta con numerosos relatos de su precocidad y talento, lo que le valió para ingresar a la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco en 1875, luego de una intervención del propio Gobierno; a pesar de demostrar una alta lucidez y una fuerte convicción por la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres, y conseguir pasar todos los cursos luego de tres años, no pudo titularse por las restricciones de la época. Sin embargo, llegado el año 1881, el para ese entonces presidente Piérola, le otorga un permiso especial que le concedería el título de abogada, pero, en un acto de evidente empatía y sensibilidad, se niega a recibirlo en solidaridad con las demás mujeres de nuestro país que aún estaban impedidas de obtener títulos profesionales. María Trinidad fallece en 1890, pero amolda el terreno para continuar en la lucha de la igualdad a nivel jurídico y educacional entre las mujeres y los hombres.
Por su parte, la primera abogada litigante del Perú fue Miguelina Aurora Acosta Cárdenas (1887-1933), quien en 1920 comenzó sus estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y pocos años después consigue graduarse con la tesis Nuestra institución del matrimonio rebaja la condición jurídica social de la mujer, la cual detalla cómo el ordenamiento jurídico de nuestro país establecía al matrimonio como un elemento restrictivo para la mujer, prueba de ello es el código civil de 1852 (vigente hasta 1936) establecía en muchos artículos el sometimiento de la mujer a su marido, otorgando al varón la potestad sobre su cónyuge. En el año 1924 llegó a participar en la Conferencia Panamericana de Mujeres en Lima; integró la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad en el Perú; y se dedicó a dictar clases a mujeres en las escuelas de capacitación obrera, pues aseveraba que la única forma para lograr una sociedad más equitativa era a través de la educación laica y racionalista. Continúo con aportes a la sociología de la población amazónica, corrigiendo a José Carlos Mariátegui en Siete ensayos de la interpretación de la realidad peruana, consiguiendo que el escritor corrigiese posteriormente los postulados sobre el valor económico y sociológico del medio amazónico. Miguelina fallece con 45 años de edad, dejando un enorme legado para la mujer peruana.
Concepción Arenal |
Han existido muchas más mujeres que han aportado tanto a la igualdad entre hombres y mujeres, así como a la teoría del Derecho en general, por lo que este reencuentro ha sido una pequeña conmemoración a todas aquellas juristas, que incluso con las dificultades de sus épocas, han aportado al mundo del Derecho a través de sus postulados, luchas y políticas. Es innegable reconocer que el espíritu jurista se encuentra todas las mujeres que llenan de admiración e inspiración a las futuras abogadas y juristas del mundo, aportando con su sapiencia a un sistema jurídico más equitativo, democrático y libre.