Por: Dr. César Landa Arroyo
Doctor en Derecho por la Universidad de Alcalá de Henares (España).
Profesor de Derecho Constitucional en la PUCP y en la UNMSM.
Profesor de Derecho Constitucional en la PUCP y en la UNMSM.
El Evangelio presenta paradigmas intemporales que en
época de Pascuas y en la actual coyuntura
de la censura del Congreso al Gabinete Ministerial merecen ser
recordadas. Así, para los autócratas desde hace dos mil años la pasión de Jesús
atestigua en contra de la democracia, en la medida que el pueblo decidió la
crucifixión de su salvador y no la del ladrón Barrabás, la cual aparece como el
sistema que no siempre asegura la justicia y la verdad. En la medida que, en el
Evangelio de San Juan (18 y 19) se describe el episodio de la crucifixión de
Jesús, que a juicio de un jurista de la talla de Kans Kelsen, pertenece a lo
más sublime y grandioso que haya producido la literatura universal; en la
medida que simboliza los límites y las posibilidades de la democracia.
Así, cuando Jesús fue acusado de titularse ser hijo
de Dios y rey de los judíos, el gobernador romano Pilato le preguntó
irónicamente: “Eres tú, pues, el rey de los judíos?”. Y Jesús respondió: “Tú lo
has dicho. Yo soy un rey, nacido y venido
al mundo para dar testimonio de la verdad. Todo el que siga la verdad,
escucha mi voz”. Pilatos, hombre de una vieja cultura, agotada y por eso
escéptica, le dijo: “Qué es la verdad?”.
Como no encontró respuesta, Pilatos se dirigió al
pueblo judío y les dijo: “No encuentro ningún motivo para condenar a este
hombre. Pues bien, es costumbre en la Pascua que yo les devuelva algún
detenido. Quieres que les suelte al Rey de los judíos?”. El pueblo contestó: “A
ése no. Mejor a Barrabás”. Barrabas era un bandido.
Jesús fue crucificado por decisión popular; con lo
cual se dice poco del valor de la democracia, como el sistema político que no
se equivoque, y, se facilita argumentos a los defensores de la autocracia para
denigrar a la democracia basada en la voluntad popular. Por eso, la democracia
aún siendo imperfecta y basada en la voluntad popular mayoritaria, no se reduce
a un asunto de cantidad de opiniones o votos; si no que la democracia ofrece a
escala universal la esperanza de establecer un orden justo y verdadero, como
dirían Häberle y Zagreblesky.
Pero, la democracia ha sido entendida escépticamente
por mentalidades a-morales que la consideran un medio para conseguir
determinados fines, por ello pueden “disolverla”
cuando no se ajuste a sus intereses. Asimismo, la democracia, ha sido asumida dogmáticamente por
mentalidades fundamentalistas que buscan imponer su verdad absoluta, sin
respetar las formas y los plazos. En ambos casos, los demócratas escépticos y
dogmáticos utilizan la voluntad popular, pareciendo en muchos casos como ultra democráticos
al instrumentalizar la pasión popular en el sentido de Pilatos.
Pero, la acción de Pilatos no es la expresión de
un demócrata, por cuanto,
oportunistamente utiliza la voluntad popular del pueblo judío, sin valorar la
vida de Pilatos o Barrabás. En el fondo lo que le interesaba a Pilatos era
asegurar las exigencias del poder, mantener el orden jurídico romano. Por ello,
no hay que ser un demócrata para apelar al pueblo, si no que se puede ser un
perfecto autócrata secundado por el
favor popular.
Por eso, los gobernantes y en particular los
dictadores de todos los tiempos han
tenido la obsesión por el contacto directo con el pueblo. Hoy esa
relación se construye a través de los medios de comunicación social. Al punto
que la agenda política se hace o deshace a través de los “destapes” de la
televisión, la prensa escrita, radial y de los sondeos de opinión. Al punto que
las revelaciones de la prensa, no las denuncias de algunos congresistas sobre
las investigaciones de la DINI a la oposición, ha conducido finalmente a la
censura política de la Presidente del Consejo de Ministro (Ana Jara) y en
consecuencia la renuncia de todo su Gabinete.
El
problema, como dice Popper es que “la
televisión se ha convertido en un poder descontrolado, incluso desde el punto
de vista político. Y esto contradice el principio de que en una democracia todo
poder debe estar controlado”. En ese sentido, se puede señalar que los
grandes medios de comunicación juegan un
rol estelar en la vida política, sobre todo en las etapas pre electoral y desde
ya electoral. Por eso, en su momento se ha cuestionado el gran peligro que
supone la compra del Grupo El Comercio al grupo de diarios de Epensa, dada la
falta de pluralismo y equidad informativa mostrada en la última campaña
electoral nacional.
La
libertad de prensa nunca puede ser sustituida por la libertad de empresa; por
cuanto, el derecho de información de los medios de comunicación, tiene como
contrapartida el derecho a la información plural y transparente a los
ciudadanos, salvo que exista un temor incontenible a la verdad y a la justicia
del voto popular.
Sin perjuicio de ello, no olvidemos que la
democracia constitucional es un sistema político perfectible; por lo que no
presume de poseer la verdad y la justicia absolutas, pero tampoco renunciar a
su búsqueda. Este pensamiento de la esperanza y posibilidad tiene como
exigencia ética hacer de la democracia no sólo un fin, sino también un medio.
Por ello, no hay camino político distinto a los resultados electorales, que nos
permita llegar a un gobierno legítimamente democrático, pero controlado
parlamentaria y extra parlamentariamente.
Ante esa perspectiva, no se trata de exaltar la
capacidad de la representación parlamentaria del pueblo de no equivocarse, a
pesar de los límites y hasta degradación a la que han llegado muchos parlamentarios,
sino ponerla en tela de juicio, no para condenar a la institución de la representación
popular, sino para fomentar su cambio hacia lo mejor. Esto significa darle
sentido común a la democracia parlamentaria, reconociendo a sus actores –particularmente
a los partidos políticos- la capacidad para someterse a sí mismos a una honesta
evaluación de la opinión pública para trascender y mejorar.
Por eso en estas Pascuas, el gobierno y la oposición
antes de llegar a tomar decisiones irreversibles sobre la formación de un nuevo
Gabinete Ministerial -el cual debe pedir un voto de confianza al Congreso-, el
buen gobierno y la prudencia requieren de explorar hasta el último momento las
alternativas que no sean irreversibles; es decir que, entre dos decisiones
políticas una del gobierno y otra de la oposición, en esta etapa de crisis es preferible
el consenso que mejor garantice las posibilidades presentes y futuras para la
estabilidad y la reforma de la democracia representativa.
Lima, Pascua de 2015.