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8 de abril de 2016

Nosotros los poderosos

Por Luis Castillo Córdova 
Doctor en Derecho, Universidad de la Coruña (España)
Especialista en Derecho Constitucional

EL ESTADO

Una definición básica de Estado podría ser presentada en los términos siguientes: es una forma de organizar políticamente la convivencia humana. Esta definición permite dibujar dos de sus elementos esenciales. El primero incide en que el Estado es una de las varias formas que han existido (y que sin duda existirán) inventadas por el hombre a lo largo de la historia. El Estado es una realidad histórica que nace con la modernidad y luego de seis siglos de existencia está en proceso de transformación como manifestación de su inevitable desaparición. El segundo alude a su carácter instrumental: el Estado no es un fin en sí mismo, es el medio inventado por el hombre de la modernidad para organizar la vida en común que de modo natural las personas llevamos a cabo. 

EL BIEN COMÚN

Esta vida en común produce necesidades comunes que se predican de la comunidad. La satisfacción de toda necesidad requiere la existencia de bienes, de modo que si son necesidades comunitarias, sociales o comunes, los bienes destinados a satisfacerlas son también comunitarios, sociales o comunes. El bien común, en este contexto, es el conjunto de bienes destinados a atender las necesidades de la comunidad. La comunidad está conformada por personas individuales, de modo que atender las necesidades comunitarias o sociales irremediablemente repercutirá en la satisfacción de las necesidades propias o individuales. El bien común no solo no está reñido con los bienes particulares, sino que los reclama para poder existir. Un bien común que no promueve los bienes individuales no es realmente un bien común.

Fuente: http://losgrillos.com/

LOS DERECHOS HUMANOS

Una definición básica de derechos humanos puede ser formulada en los siguientes términos: bienes humanos debidos a la persona por ser lo que es (naturaleza humana) y valer lo que vale (dignidad humana), y cuyo goce y adquisición le reportará grados de realización. Los bienes humanos debidos a la persona conforman el bien común desde que este promueve la satisfacción de necesidades de la comunidad para conseguir la satisfacción de necesidades individuales y el perfeccionamiento o realización de las personas particularmente consideradas. Dicho de otra forma, el bien común se construye desde y para la consecución de los derechos humanos como bienes humanos debidos a la persona, porque el bien común se construye desde la persona socialmente considerada para la persona individualmente considerada.

EL PODER POLÍTICO

Uno de los elementos que conforman el Estado es el poder, el mismo que esencialmente puede ser definido como la capacidad de generar obediencia. Tiene poder quien puede generar obediencia. Al poder se le suele añadir el calificativo de público o político porque está destinado a atender los asuntos de la polis, es decir, los asuntos de la comunidad. El poder público no es un poder destinado a atender el interés individual. Esto significa que el destino natural del poder, como elemento de esta organización moderna de la convivencia humana llamada Estado, es promover el bien común, es decir, procurar una serie de bienes que, atendiendo a las necesidades del grupo humano, permitan crear las circunstancias para la satisfacción por parte de cada individuo de sus necesidades e intereses propios. Eso le proporciona legitimidad.

LOS GOBERNANTES

Esta promoción del bien común exige gobernar, porque sin gestión de una serie de recursos (en el más amplio sentido) no es posible generar el bien común. Debido a la imposibilidad fáctica, además de la manifiesta inconveniencia de que todos los miembros de una concreta comunidad política realicen actividad gubernativa, es que el poder es ejercido directamente por unos pocos a quienes se les llama gobernantes, en el más amplio sentido del término. Cómo se organice el gobierno de una comunidad política depende de muchos factores. Uno ha sido y es fundamental: lo que se considere como el origen del poder. Distinto se organizará el poder si se considera que su origen es divino, a que si se considera que es el pueblo. Con base en una creencia teocrática, el poder se organizó y ejerció vertical y autocráticamente porque el gobernante (el Rey) no tenía que rendirle cuentas a ningún mortal, solo a Dios. Por el contrario, al considerar que el poder emana del pueblo, el gobierno necesariamente ha de organizarse tomándolo en cuenta al menos en dos momentos. Primero, a la hora de elegir a los gobernantes: estos han de ser elegidos (directa o indirectamente) por el pueblo y, consecuentemente, los gobernantes adquieren la posición de sus representantes (incluso de quienes no lo auparon al poder). Segundo, a la hora de ejercer el poder: como el poder es del pueblo, se ha de ejercer en beneficio del pueblo, y lo que beneficia al pueblo es precisamente la promoción del bien común como elemento provocador de bienes individuales.

LOS GOBERNADOS

Fuente: http://twitter.com/
De la mano del origen popular del poder, el pueblo gobernado ha decidido directa o indirectamente a través de sus representantes (los gobernantes) las normas fundamentales que conforman la organización política y su desenvolvimiento. Así, ha decidido que cada cierto tiempo elegirá a sus gobernantes; ha decidido el procedimiento para elegirlos o, dicho con otras palabras, el procedimiento para que los gobernantes se hagan con el poder político de modo que pueda reconocérseles autoridad y generar la obediencia exigida; ha decidido también los límites a los que se han de sujetar los gobernantes en el ejercicio del poder y los mecanismos de control de un tal ajustamiento. De ellos es la comunidad política y ellos imponen las reglas de acceso y ejercicio del poder, como una garantía de que el poder se desenvolverá legítimamente.

EL PUEBLO VS. EL PUEBLO

De lo que se lleva dicho puede ser recapitulado que el Estado es un modo de organizar la convivencia humana que no ha existido siempre y que ha ingresado a su última etapa de existencia. Su razón de ser es la persona, más precisamente, promover la plena realización de las personas a través de la promoción del bien común. Con esto se logrará promover los bienes individuales que satisfacen necesidades particulares y generan grados de realización individual. Un elemento decisivo del Estado es el poder público, el cual es titularizado por el pueblo, de modo que es el pueblo el que directa o indirectamente decide los mandatos a los que el pueblo mismos se obliga a obedecer; y decide también quiénes, por cuánto tiempo y con qué limitaciones se encargarán circunstancialmente de la gestión del bien comunitario. Esta es la manera como actualmente el pueblo tiene en sus manos su propio destino. El pueblo siempre tendrá de sus gobernantes lo que merece porque ha sido el pueblo quien ha llevado (directa o indirectamente) o ha consentido que determinadas personas se hagan con el poder y decidan hacer lo que han hecho. El pueblo, en este sentido, es acreedor justo de las consecuencias (buenas o malas) de lo que hagan o dejen de hacer sus gobernantes. Es el pueblo el artífice de su propio engrandecimiento o de su propia destrucción.

NOSOTROS LOS PODEROSOS

Cada pueblo es forjador de su propio destino, porque el pueblo —cada uno de sus integrantes— es titular del poder que construye ese destino. Nosotros, el pueblo, somos poderosos porque somos los dueños del poder y, con él, los dueños de nuestro futuro. Además, dentro de la trama que aquí ha sido dibujada, la historia de cada pueblo debiera estar marcada por niveles importantes de engrandecimiento material y moral de sus integrantes individual y socialmente considerados. Pero no siempre es así. Y la comunidad política peruana es un ejemplo de que efectivamente no siempre es así. Nosotros los poderosos somos convocados cada cinco años a las plazas por pretendientes de nuestro poder que están a la búsqueda de que nuestros votos les alcen al poder. Y les exigimos que nos digan lo que queremos escuchar; aplaudimos cada promesa de mejora y enloquecemos con cada ofrecimiento de un bien común que solo es común en ese momento. Hemos reducido nuestro poder a emitir un voto que elige a unos representantes, y lo peor es que muy pronto nos arrepentimos y culpamos amargamente al pretendiente elegido, sin darnos cuenta y sin importarnos si el beso que dimos a quien elegimos se lo merece o no. Nosotros los poderosos hemos renunciado a conducirnos como poderosos y nuestros pretendientes lo saben, y no dudan en aprovechar la renuncia como causa necesaria para hacerse con el poder. Por eso siempre estamos insatisfechos pero nada hacemos; aparecemos como unos incomprendidos tanto por la derecha como por el centro y la izquierda, y después de haber emitido nuestros votos ni nosotros mismos nos comprendemos, pero no hacemos nada más que ir y depositar un voto, además, porque nos obligan.

Fuente: Caretas

ESTO CAMBIARÁ

Llegará el día en que nosotros los poderosos nos levantaremos y nos sacudiremos de esta hiriente indiferencia por lo político y nos despojemos de ese lastimoso convencimiento de que los gobernantes siempre se conducirán de un modo reprochable. Como poderosos que somos, estamos en condiciones de crear el escenario perfecto para ver nacer y florecer una nueva y mejor casta política con cuya colaboración el Perú como pueblo pueda escribir la etapa más feliz de su existencia. 
         
Estaremos más cerca de lograrlo el día en que nos convenzamos de que la política y los políticos no son un mal necesario, sino el instrumento más valioso con el que contamos como comunidad para construir nuestra felicidad como pueblo; el día en que gente notable se decida a dar ejemplo de elevado desenvolvimiento moral y profesional desde la política; y, en fin, el día en que nos demos cuenta de que esta sociedad solo se construye con el compromiso serio de todos, sin importar ni ideologías ni credos religiosos, sino únicamente el amor que sienta por un pueblo que aún tiene pendiente protagonizar su más grande historia.


Luis Castillo Córdova

Es licenciado en Derecho por la Universidad de Piura (Perú), y doctor en Derecho por la Universidad de la Coruña (España). Es autor de varios libros y artículos, dirigidos principalmente en los siguientes campos de investigación: Filosofía de los Derechos Humanos; Técnicas hermenéuticas de determinación del contenido constitucional de los derechos fundamentales; Derecho Procesal Constitucional. Actualmente es Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Piura y socio fundador del Estudio Castillo & Grández Abogados Consultores.







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